“Ya puedes llevar a tu caballo, incluso a la fuerza, hasta el río. Lo que no conseguirás de él es que beba si no tiene sed”
Así introduce su artículo “A vueltas con los sacramentos”, Pedro José Gómez Serrano [Catequética, nº 1 (vol. 59-1) (2018), p. 2]. Y se pregunta si nosotros seremos capaces de convertir las “fuentes ornamentales” de los sacramentos – la “primera comunión”, por ejemplo– en “manantiales existenciales” para nuestros contemporáneos, o sea, para nuestros niños y niñas, y sus familias.
En la última reunión de Enlaces de catequesis se comentaba que entre las catequistas hay satisfacción, en líneas generales, ganas e ilusión. Aun así, se detectan algunas insatisfacciones. Una de ellas proviene de la falta de interés en algunas familias, que se limitan a la asistencia “justa” a la catequesis, que no se implican en la educación en la fe de sus hijos y que, una vez que estos celebran su primera comunión, cortésmente te dicen adiós.
Y me pregunto: ¿no tienen sed de Dios? ¿Van a saciarla a otros lugares? Aunque nos demos mil explicaciones, algo no termina de encajar bien. ¿Verdad?